Autor:
J. K. Vélez
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(ayer: #1133165)
Páginas: 67
Descripción:
CXVI
No hacía tanto rato que se habían ido, pero soy incapaz de estarme quieta. Empecé a dar vueltas por la casa. Menudo chalé. Que bien se vive en los pueblos, pensé.
Luego me fijé más en los cuadros que estaban a medias. Eran increíbles. Y fue mirando esos bocetos cuando comprendí que Esteban me daba miedo.
Había ido a Calma a recuperar su amor. Pero ya no estaba tan segura de quererlo.
Algo se había torcido en su mente. Algo que podía hacer que pintara cuadros maravillosos pero que también podía hacer que perdiera el control. ¿Cómo saberlo? ¿Y si en lugar de atentar contra sí mismo acababa atentando contra mi vida? ¿De veras quería seguir casada con un loco?
Fue entonces cuando creí ver un movimiento por el rabillo del ojo. Miré. Allí donde algo se había movido, no había más que un cuadro acabado. Era un hombre mayor. En la parte inferior pude leer Miguelán. El padre de la pajarraca del bar. El hombre que compartía aquella casa con Esteban. La mocosa lo llamaba así, aunque se llamaba Miguel Ángel. Me pareció una falta de respeto poner esa abreviatura idiota en un cuadro.
Creí que me volvía loca cuando me gritó. El cuadro me gritó. Sentí varias voces superpuestas taladrándome los oídos.
?Baja.?
?Ven abajo. Estoy aquí. Ven.?
Quise huir de aquel lugar. La locura en ese pueblo era contagiosa.
Tropecé con una silla y volvieron a salir voces del cuadro, cada vez más frenéticas, cada vez más extrañas.
Y cada vez más precisas.
?Baja.?
?Estoy en el sótano.?
? Y una mierda. Va a bajar tu puta madre. Yo me voy.
?Baja. Baja. Baja. Baja.?
No encontraba mi bolso. Es cierto. Era una estupidez. Pero, ¿cómo me iba a ir sin él?
?Baja. Estoy aquí. Baja.?
El demonio quería que me adentrara en el infierno, y mi bolso no hacía el puto favor de aparecer.
?Me estoy meando, joder.?
Me quedé rígida. ¿Se estaba meando? Entonces comprendí algo que iba a ser incapaz de contar a nadie sin que me tomaran por una chiflada.
Dejé de buscar el bolso y me dirigí al pasillo. La mocosa había ido a buscar la maleta al sótano. Debía ser aquella puerta del fondo. Muerta de pánico, pero muy resuelta, abrí la puerta y busqué la luz a tientas.
En el suelo, en un rincón, atado y amordazado, Miguel Ángel, un hombre a quien aún no conocía, se alegraba de verme.
CXVII
? Hemos perdido un tiempo precioso esperando la ambulancia. Alfredo ha tenido tiempo de hacer de todo.
? No seas negativo, Gaby. Después de vuestro encuentro, igual se lo ha pensado mejor.
Pese a lo que acababa de decir, yo solo presentía problemas. Y gordos.
Laura conducía como si estuviera disputando un rally, lo cual era de agradecer.
En un momento ya estábamos de nuevo en casa.