Autor:
Waldemar Verdugo Fuentes
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(ayer: #743698)
Páginas: 226
Descripción:
Aunque se remonta al pasado del hombre, el Extraterrestre y los Ovnis son un mito acunado en el corazón mismo del siglo XX. Puede obedecer a delicados mecanismos psicológicos de nuestra mente enfrentada realmente al adelanto físico de la Era Celeste. Hay quienes insinúan que el fenómeno tiene que ver con el salto de la mente a un mundo paralelo; cierto mundo en que vivimos al mismo tiempo que en éste, pero del que raramente somos conscientes. En ese mundo paralelo actúan los números, los círculos, la geometría y los arquetipos. En ?La otra Tierra?, dice Platón que con los que pueblan este mundo paralelo, ?con ellos nos rozamos, ellos son nuestros vecinos. Ellos están allí desde siempre?.
La concepción filosófica del Ovni se podría sintetizar, en esencia, como la humanización de lo sagrado, una ?radiación genial?, como dijo Emerson de Platón. Es posible que el mito del Ovni sea cómplice de algo más alto, ya que, históricamente, cuando el hombre comienza extrañamente a percibir otra realidad, algo inédito puede estar a punto de ocurrir. En ciertas circunstancias las realidades paralelas se entrecruzan, se juntan en un instante infinito que los cabalistas nombran Aleph: un punto en que están todos los puntos, las causas y sus efectos. Pero esto ocurre sólo cuando un aire de infinito inflama el corazón del hombre, en un tiempo marcado.
Quizás los Ovnis sean algo así como una proyección de nuestra vida interior, más que un fenómeno físico ajeno a nuestra realidad. El hecho de que la visión tenga forma circular de luz, tiene que ver con la historia de la mística y con Dios, el gran arquetipo. O sea, es factible ubicar a los extraterrestres en la más alta característica del mito: la religiosa. Dios es un círculo cuya circunferencia está en todas partes y su centro en ninguna, se dice. El círculo es un símbolo de totalidad, de encuentro anímico, es el centro. También, por la Historia de las Revelaciones, sabemos que los simples de espíritu son los hombres más propicios para ver a Dios. Que la revelación se presenta con una forma geométrica coincide con el espíritu científico, propio de la Era Celeste. Época que no sólo ha remontado al hombre al cosmos, sino despertó cierta ansia de una totalidad pérdida, de un equilibrio roto que se recompone en su exterior como continuación de lo colectivo-social, en una extensión de la universalidad del ser conectado de cierta manera telepática; y hacia su interior, en un rebrote de todas las instancias humanas, sin negar ninguna. El más importante síntoma de la Era Celeste es esta aspiración de totalidad, el arquetipo del dios encarnado; el hombre hecho Uno con el cosmos.
Es como si un retrato del extraterrestre estuviera dibujado en el mismo patrimonio genético de nuestra civilización. Siendo el fenómeno un problema moral no sólo porque se juega la honestidad de quienes dicen haberlos visto, sino que también se juega la cordura y seriedad de quienes creen en su existencia sólo porque aceptan el juicio de sus semejantes. En esto radica el alma misma del fenómeno, porque está en cuestionamiento la cordura de millones de personas desde hace siglos. Debo decir que es este, y no otro aspecto, el que me ha traído a escribir de platillos voladores, porque ningún campo de investigación es más fascinante que una investigación del carácter humano, o sea, de algo relacionado con el espíritu de la humanidad, su moral y delicadeza. (EL AUTOR)