Autor:
Gerónimo Martinez
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Páginas: 102
Descripción:
Roberto Santacruz Martínez había sido un hombre bueno. Había servido a muchos y de muchas maneras. Y, no pocas veces, había sufrido el desengaño, la decepción, la ingratitud. ?Cada vez que hago un favor, creo un ingrato, un judas?, solía decirle, mirándola fijamente a los ojos. A pesar de que era un hombre tranquilo, ecuánime, no ahorraba calificativos cuando tocaba el tema: ?La ingratitud es sarro del alma, mugre del corazón, miseria del espíritu, sequedad del amor. Es amnesia total de la mente y el sentimiento. Hace a la gente insaciable, codiciosa, manipuladora, prosaica, mezquina, rastrera. Pero no hay remedio. La ingratitud es una provincia del hombre, un componente intrínseco de su naturaleza atávica. Si la ingratitud brillara, no necesitaríamos del sol ni de la luna ni de las estrellas para alumbrarnos. No habría noche ni penumbras. El día sería una presencia constante.? Se lo decía lentamente, para que lo entendiera; como una premonición.