Autor:
Luz Elena Lopez
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(ayer: #529716)
Páginas: 122
Descripción:
Antonio era un joven de 25 años. Alto, moreno, delgado, cabello negro y ojos verdes. Su mirada dura y penetrante asustaba a su interlocutor. Era un hombre amargado pese a su juventud. No tenía novia, padres, hermanos o amigos. Estaba solo en el mundo. Residía en su finca rodeado por sus animales. Sus empleados vivían en una casa bastante retirada de la vivienda principal. Cumplían sus labores con eficiencia. Jamás preguntaban a su patrón el motivo de su hostilidad, soledad y agresividad. En el pueblo donde residía, de nombre Guayabal, le tenían pánico. La gente comentaba que era un asesino. Siempre que ocurría alguna desgracia como un accidente Antonio era el culpable. Cuando los chismes llegaban hasta él iba donde el calumniador y con solo mirarlo lo ponía en su sitio. Si alguna chica resultaba embarazada el joven era el padre de la criatura. Desde sus siete años vestía de negro haciéndose más misterioso a los ojos ajenos.
Antonio era propietario de una hermosísima finca llamada San Joaquín. Aunque en el pueblo no sabían el por qué, el joven, fuera de criar ganado, domar caballos, dedicar parte de sus tierras al cultivo de caña de azúcar, tenía una parcela completa sembrada con estas flores las cuales llevaba a su casa adornándola con ellas.
Nadie sabía su origen. Alirio Bermúdez, el antiguo dueño de la finca San Joaquín, antes llamada Cañaveral, apareció en el pueblo diciendo que la había vendido a un joven de 25 años llamado Antonio cuyo apellido ni siquiera conocía. Luego montó en su coche alejándose de Guayabal para siempre.
Pocas veces salía de su finca. Cuando necesitaba algo del pueblo uno de sus peones hacia la diligencia.
Los habitantes de Guayabal no se imaginaban que este hombre fuerte, rudo, brusco, sin sentimientos se había impuesto una misión en este mundo: ?Acabar con los culpables por la muerte de sus padres y hermanos?. Desde los siete años comenzó su búsqueda. Nunca olvidaría sus miradas llenas de ambición. Con sus rostros encapuchados era lo único que se les veía. Siempre se decía: -Busco hombres, pero: -¿Y sin son mujeres? Después pensaba: -No puede ser porque una dama no es tan cruel ni es capaz de hundir un puñal en forma tan brutal. Había recorrido más de 20 poblaciones tratando de hallarlos. Ahora tenía 25 años y su deseo de hacer justicia seguía intacto. Vengaría a su familia. Sabía que su misión era difícil pero no imposible. Meditaba: -¿Qué haré cuando los encuentre? -Matarlos será demasiado fácil para ellos. -Los torturaré. -Les pondré cadenas por el resto de sus días. -Los encerraré en el sótano. -Así sabrán lo que sintieron mis padres y hermanitos el día en que ellos llegaron a nuestra vida acabando con una familia pura y digna que nada les había hecho.
En Guayabal había alguien que no le tenía miedo: Mireya, la chiquilla de 14 años. La hija del campesino más humilde de la región pero la niña más hermosa. Sentía gran admiración por Antonio. Era morena de ojos grandes color miel. Su cabello negro y largo caía sobre su espalda. Su cuerpecito se formaba esculturalmente. Estaba enamorada de él. Cuando se encontraban en el campo jamás huía y riéndose le pedía que se casaran. Antonio, recordando a su hermanita Mariela, le decía tiernamente que creciera primero y después hablarían. Esta niña era la única persona en el mundo que le despertaba un sentimiento puro porque el resto de la humanidad no le interesaba. Sabía muy bien lo que quería.
Si algún día Mireya se encontraba en peligro haría lo que fuera para salvarla. Cuando tuviera edad para casarse le daría una gran dote porque no era justo que la chiquilla pasara necesidades. Pero pobrecito el hombre que la hiciera sufrir porque acabaría con él. Sabía la admiración que despertaba en la niña y reía pensando en que si ésta tuviera al menos 18 años la haría su esposa.
