Autor:
J. K. Vélez
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Páginas: 50
Descripción:
SEXO, SONRISAS Y PÁJAROS
?Nos conocimos hace algunos años, en un restaurante de Madrid. Era domingo. Mi mujer y yo estábamos comiendo solos, sin los niños, porque era nuestro aniversario. Quince años de matrimonio. Seguro que te parece retorcido que conociera a la que luego fue mi amante precisamente ese día. Estaba sentada justo enfrente de nosotros. Nuestra mesa estaba dispuesta de tal modo que yo podía mirarla a la cara y mi esposa le daba la espalda. Supongo que Neus ya había decidido que yo iba a ser el siguiente hombre en su vida. Neus es caprichosa. El caso es que me estuvo mirando durante toda la comida. Yo al principio fingí no darme cuenta, pero pronto empezó a subirme el rubor a las mejillas. Mi mujer, Marta, quiso saber qué me pasaba. Dijo que de pronto tenía mal aspecto. Yo debía estar echando humo por las orejas. Neus ya había pasado a la fase dos. Se pasaba la lengua por los labios y de cuando en cuando decía cosas obscenas que yo fingía no querer entender, sin preocuparse de que pudieran verla los demás comensales. Empecé a pasar calor y me eché sin querer una copa de agua encima. Traté de olvidarme de la desconocida cachonda y miré hacia otra parte, mientras Marta me secaba la camisa con una servilleta. Pero Neus seguía a lo suyo, la mirada fija en mí, moviendo una lengua que parecía prometer autenticas delicias...
?Oiga. Cuando dije lo del primer polvo de su historia de amor, no le estaba pidiendo expresamente que me lo contara.
?No iba a hacerlo.
?Bueno, sólo quería que quedara claro. Y si abrevia un poco, mucho mejor.
?Perdona. Es que teniendo en cuenta que después de la inyección seguramente ya no sabré hablar, y con lo que me gusta hacerlo, me he emocionado.
Sonia se sintió culpable, y decidió cerrar la boquita.
?La cuestión es que aquella desconocida de labios sensuales me estaba poniendo a tono, y yo estaba comiendo con mi esposa. Y llegó un momento en que pensé que Marta acabaría descubriéndolo todo. Así que me levanté, murmuré una disculpa, y me fui al lavabo. Allí me lavé la cara una y otra vez. No me habían puesto tan caliente en mi vida. Y era preocupante que me ocurriera con una mujer que no era la mía, el día de nuestro aniversario.
?Hay soluciones más eficaces para un calentón que lavarse la cara ?murmuró Sonia.
?Por supuesto, pero eso hubiera sido aceptar que la desconocida me ponía. Sería como perder el partido. Yo estaba casado, y nos iba muy bien. Sólo debía pensar en Marta. El mero hecho de aliviarme pensando en otra...
Sonia miró al techo de la celda. Allí estaba. Una chica de pelo verde escuchando las experiencias sexuales de un alien.
Será posible.
?El caso es que al coger unas toallitas de papel para secarme, vi por el espejo que Neus estaba detrás de mí. En el lavabo de caballeros.
?¿Y que pasó entonces? ? preguntó Sonia, intrigada a su pesar.
?Me empujó dentro de uno de los compartimentos de los váteres. Y aquí es donde me salto el polvo...
?¿Qué? ¿Se lo montó con ella en el baño de caballeros, mientras su mujer lo esperaba en la mesa?
?Bien pensado, Marta no iba a entrar a buscarme.
?Es increíble. Los hombres dais asco.
?Ya era hora de que me tutearas, cariño.
?Joder. Si mi marido me hiciera eso, lo mataría.
?¿Estás casada?
?No. No todavía. Pero tengo...?De pronto, Sonia se echó las manos a la cara.?Dios mío...
Recordó los gritos, los alaridos que provenían de otra celda y que la habían despertado. Por un terrible momento estuvo convencida de que habían sido los gritos de Edgar. Ella estaba encerrada. Edgar debía estar cerca, en otra mazmorra. Y quizá ya lo hubieran convertido en un engendro. Aquellos gritos inhumanos...
?¿Estás preocupada por el chico?
?¿Sabe qué han hecho con él?
?No estoy seguro, pero si no ha habido cambio de planes, debe estar en la superficie.
Sonia miró primero al techo y luego al pasillo, tras los barrotes.
?¿Estamos bajo tierra?
?En el mismísimo infierno.
?¿Y qué hay en la superficie?
