Autor:
ARTHUR CONAN DOYLE
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Páginas: 48
Descripción:
Es posible que no pueda pronunciarse jamás un juicio absoluto y definitivo acerca de las relaciones de Edward Bellingham con William Monkhouse Lee, ni sobre la causa que motivó el gran terror de Abercrombie Smith. Es verdad que poseemos un relato completo y claro del propio Smith, así como determinadas corroboraciones que pudo encontrar en hombres como Thomas Styles, el sirviente; del reverendo Plumptree Peterson, miembro del Old College, y de otras personas que tuvieron oportunidad de obtener una visión pasajera de este o aquel incidente, dentro de una singular cadena de sucesos. No obstante, en lo esencial, la historia se apoya sólo en el testimonio de Smith, y la mayoría se inclinará a pensar que es más probable que un cerebro aparentemente sano sufra una sutil deformación en su textura, algún extraño defecto en su funcionamiento, que el hecho de que se haya transgredido el camino de la Naturaleza, a pleno día, en un centro de enseñanza tan afamado como la Universidad de Oxford. Sin embargo, cuando nos paramos a pensar en lo estrecho y tortuoso que es ese sendero de la Naturaleza, en lo confusamente que podemos trazarlo, a pesar de todas las luces de la ciencia, y en cómo surgen misteriosamente de la oscuridad que lo rodea enormes y terribles posibilidades, llegamos a la conclusión de que tiene que ser audaz y seguro de sí mismo el hombre capaz de poner un límite a los extraños senderos laterales por los que puede vagar el espíritu humano.
En la esquina de una de las alas de lo que llamaremos el Old College de Oxford se alza una antiquísima torre. El pesado arco que se extiende sobre el hueco de la puerta ha declinado bajo el peso de los años, y los bloques de piedra gris mordida por el liquen están unidos por tallos y filamentos de hiedra, como si la vieja madre se hubiera esforzado por asegurarlos contra el viento y la intemperie. Desde la puerta asciende en espiral una escalera de piedra, con dos descansillos intermedios y un tercero donde concluye. Los peldaños están desgastados y deformados por las pisadas de las generaciones de buscadores del conocimiento que se han ido sucediendo. La vida se ha deslizado como el agua por los escalones de la sinuosa escalera y, como el agua, ha dejado atrás estos surcos de piedra desgastada. Desde los pedantes estudiosos de largas togas de los tiempos de Plantagenet hasta los jóvenes calaveras de épocas posteriores, qué pictórica y fuerte ha sido esa corriente de joven vida inglesa. ¿Y qué queda ahora de todas aquellas esperanzas, de todas aquellas aspiraciones, de toda aquella energía impetuosa, excepto unas cuantas letras grabadas sobre la piedra el algún viejo cementerio, y acaso un puñado de polvo en un féretro carcomido? Sin embargo, allí permanecía la silenciosa escalera y el viejo muro gris, con sus bandas, sautores y otros emblemas heráldicos, como si fueran sombras grotescas proyectadas desde los tiempo pasados.