Autor:
Mark Tufo
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Páginas: 330
Descripción:
Fines de Otoño ? 2010
Reuters ? Las estimaciones señalan que cerca de tres mil personas en todo el país y quince mil personas a nivel mundial han muerto a causa del virus H1N1 (también conocido como gripe porcina). La Organización Mundial de la Salud ha dado a conocer que se han confirmado alrededor de ochenta mil casos en hospitales y clínicas de Estados Unidos y el mundo. La pandemia de influenza en 2010, si bien no se muestra tan prolífica como la que estalló en 1918, tiene a los ciudadanos de todo el mundo a punto de llegar a un estado de pánico.
New York Post (Titulares del 31 de Octubre) ? ¡Cuidado! ¡Los Niños son Portadores de Gérmenes! ? ¡Se Canceló Halloween!
New York Times ? (Titulares del 3 de Noviembre) ? Gripe porcina cobra su más reciente víctima ? Vice-presidente rodeado de familiares y amigos en su hora final.
Boston Globe ? (Titulares del 28 de Noviembre) ? ¡Pronto Vacunas contra la Gripe Porcina!
Boston Herald ? (Titulares del 6 de Diciembre) ? ¡Escaso Stock de Vacunas ? Largas Colas!
National Enquirer ? (Titulares del 7 de Diciembre) ? ¡Los Muertos Caminan!
No habrá más titulares.
Todo comenzó en un laboratorio del CDC (Centro de Control de Enfermedades). Los virólogos se encontraban sumamente aliviados de finalmente tener una vacuna eficaz contra la virulenta gripe porcina. Las más altas autoridades del país los habían presionado para dar con algo rápidamente.
En un intento a gran velocidad, los virólogos cometieron dos errores: en primer lugar, utilizaron un virus vivo, y segundo, no realizaron las pruebas necesarias para evaluar correctamente los efectos secundarios. En pocos días, cientos de miles de vacunas fueron enviadas a lo largo de los EE.UU. y a todo el mundo. La gente hacía cola por las vacunas como si estuvieran esperando en una cola por entradas para un concierto. Se desataban peleas en las farmacias cuando multitudes temerosas hacían todo lo que podían para conseguir una de las limitadas vacunas.
En pocos días, el CDC sabía que algo andaba mal. Unas cuatro a siete horas después de recibir la vacuna, alrededor del 95% de las personas sucumbían al virus activo H1N1 presente en la vacuna. Un hecho más lamentable que la muerte de los infectados, era el efecto secundario adicional de reanimación. Pasaría una década antes de que los científicos fueran capaces de determinar cómo sucedió
No había forma de medir el pánico que siguió a estos sucesos. Los seres queridos hicieron lo que siempre hacen. Trataron de consolar a sus hijos o a sus cónyuges o a sus hermanos, pero lo que volvía no era humano, ni siquiera remotamente. Aquellas personas que sobrevivieron a su primer encuentro con estas monstruosidades, por lo general no salían ilesos. Si eran mordidos, les quedaba menos de veinticuatro horas como seres humanos, el reloj seguía corriendo. Durante los primeros días plagados de histeria de La Llegada, como se le había llamado, muchos pensaban que el virus estaba en el aire. Afortunadamente, ese no era el caso o de otro modo nadie habría sobrevivido. Fue una época oscura en la historia de la humanidad, en la que es posible que nunca seamos capaces de zafar de las cenizas.