Autor:
Gabriel Arba
Ranking en Amazon: #55059
(ayer: #52286)
Páginas: 250
Descripción:
Intriga, asesinatos, rituales bajo la luz de la luna llena, secuestros...
Los socios del exclusivo y secreto Club Coliseum tienen acceso a algo prohibido, algo que de saberse, sería muy mal visto y condenado por la sociedad. Por esa razón necesitan mantener la organización en el anonimato. Tendrán serios problemas para hacerlo cuando una de las jóvenes secuestradas por la organización pondrá todo su empeño en mostrar al mundo las atrocidades cometidas por los miembros de Coliseum.
Al mismo tiempo, una atractiva mujer obsesionada con la juventud llega a hacer sacrificios humanos y todo tipo de extraños rituales a la luz de la luna llena, convencida que solo eso la está ayudando a mantenerse joven y a aparentar la mitad de años que tiene.
Kala elige olvidar su nombre y su pasado. Lo único que puede hacer es perdonar a los que le han destrozado la vida, huir y esconderse o intentar vengarse. A o B, blanco o negro; en este caso no hay escala de grises. Y no tiene intención alguna de perdonar. Para eso existe Dios, y de paso que le perdone a ella también por lo que hará a continuación.
Así empieza Ladrones de vidas:
«Prolongar la juventud requiere sacrificios humanos. Es el coste exigido por La Muerte para frenar su acercamiento, para no marcar tu cuerpo con horribles arrugas y otras señales de aproximación» pensaba Elizabeth Ponce de León mientras se dirigía a realizar su habitual ritual a la luz de la luna llena.
Redujo la marcha del Rolls-Royce rojo sangre al acercarse al portón de acceso a la finca Coliseum, deteniéndose junto al teclado numérico con lector de tarjetas electrónicas. Al bajar la ventanilla una ráfaga de aire frio se coló en el habitáculo haciéndola estremecerse. Escuchó en el silencio de la noche el suave sonido del potente motor. Los guardias de la garita la saludaron inclinando un poco la cabeza tras el cristal de seguridad. Deslizó la tarjeta electrónica por el lector, tecleó su código (179355139755) y escuchó complacida la puerta abrirse mientras fijaba sus pupilas en el símbolo del Club Coliseum: un punto dentro de un círculo, grabado en el metal al lado del teclado numérico.
...
?Señora, todo está dispuesto ?indicó el hombre a modo de saludo, inclinando servicialmente la cabeza. Medía un metro noventa y cinco centímetros, perilla salpicada de gris, musculoso, cabeza rapada tan redonda y brillante como una bola de billar.
La mujer se limitó a dirigirle una indiferente mirada, y sin pronunciar palabra examinó el sótano comprobando que todo estaba a su gusto. Alrededor de los cuatro muros de la estancia había multitud de velas consumiéndose. El contenido de la bañera de estilo victoriano, blanca como la nieve, que ocupaba el centro de la estancia la atraía con una misteriosa fuerza. Se acercó con pasos lentos a la bañera observando fascinada el líquido rojo que relucía bajo la luz de la luna que se filtraba por la bóveda de cristal de diez metros de diámetro. Se encontraban debajo del patio de la mansión. Aspiró el fuerte olor a hierro desprendido del líquido rojo, sonrió complacida y comenzó a dirigirse despacio hacia la derecha, en dirección al muro este de la estancia, donde había un círculo formado con velas y piedrecitas blancas en el suelo. La mujer casi pudo sentir la mirada lasciva del hombre en su silueta. Deteniéndose dentro del circulo ofreció su rostro a la luna, segura que de alguna manera influía en su bienestar y buen humor de aquella noche. Escuchó los pasos del hombre alejarse, abrió lentamente la cremallera de su vestido permitiendo que la gravedad lo arrastrara al suelo, dejando como única prenda el calzado de tacón, ofreciendo durante unos minutos su cuerpo a la luz reflejada en la luna, que envolvió el perfecto cuerpo desnudo de la mujer como un vestido hecho a medida.
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Con los ojos clavados en el satélite natural, sintiendo su energía bañar su cuerpo, sintiendo la energía llenándola de calma, atravesándola, dándole poder, dijo:
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