Autor:
Isabel Martínez de Ubago
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(ayer: #100633)
Páginas: 407
Descripción:
El Orden estaba establecido y las divinidades que surgieron del Caos debían mantenerlo. Pero ni siquiera los dioses estaban a salvo de la seducción del poder. Los dioses Primigenios cedieron el poder a la siguiente generación y Urano ocupó el trono. Sin embargo, el mal uso del poder que se le había concedido provocó que su propio hijo Crono, dios del tiempo, se lo arrebatara ayudado por la generación de los Titanes. Urano fue encerrado con sus seguidores en el Tártaro, el dantesco infierno griego, tras profetizar a Crono que él también sería traicionado por uno de sus hijos y perdería el cetro divino. Para evitar que su destino se cumpliera, Crono devoraba a sus hijos en el mismo momento en el que Cibeles, su esposa, los traía al mundo. Pero la diosa no pudo soportar aquel tormento y al nacer Zeus, el último de sus hijos, engañó a Crono entregándole una piedra envuelta en una manta. El dios del tiempo, perdido en su locura, no advirtió el engaño de Cibeles y devoró la piedra. Su hijo Zeus fue escondido en la isla de Creta y protegido por las sacerdotisas de Cibeles. Cuando tuvo edad para comprenderlo, Zeus conoció su historia y decidió rescatar a sus hermanos y terminar con el dominio delirante de su padre. Ayudado por Mantis consiguió que Crono bebiera una pócima que le hizo expulsar a todos sus hermanos, así como la piedra y la manta. Los dioses encerrados en el Tártaro fueron liberados y ayudaron a Zeus a derrotar a Crono y los suyos, y encerrarles en el infierno. A partir de aquel momento Zeus reina desde el Monte Olimpo y el Orden mantiene su equilibrio. Pero el descubrimiento fortuito de un santuario antiguo en Grecia, en la isla de Hydra, va a poner en peligro el Orden. Las puertas del Tártaro se han abierto y Crono ha sido liberado junto a los dioses que le apoyaron en sus guerras anteriores.
Para recuperar el poder, Crono tiene que recobrar la piedra que devoró como si fuera uno de sus hijos y la manta que la envolvía, porque esa piedra se convirtió en el omphalos, el ombligo del mundo, el centro de todo lo que existe. Acudió a buscarla a Delfos, pero la que encontró no era la auténtica. Necesitaba saber en qué lugar de la Tierra estaba escondida.