Autor:
Mario Franco Rodriguez
Ranking en Amazon: #232388
(ayer: #0)
Páginas: 57
Descripción:
Este libro, como todos los de este autor, fue escrito en gallego y publicado en el mismo idioma en el año 2007. Fue presentado al VI CERTAME LITERARIO DE RELATO DE AVENTURAS ?ANTON AVILÉS DE TARAMANCOS? obteniendo dicho premio por mayoría.
Es el segundo libro en que el autor toca el tema de la pesca del bacalao, que en su juventud conoció de primera mano ya que fue tripulante en varias campañas principalmente en Terranova y Groenlandia que refleja en su libro Terranova - Memorias de un marinero. Pero esta vez el escenario es distinto, ya que aquí se narra la campaña del Narval, un bacaladero que tiene su base en El Ferrol y tiene por destino los caladeros del norte de Europa, principalmente el archipiélago de las Svalbard o Spitzberg pues por ambos nombres es conocido. Son mares muy al norte ya dentro del Círculo Polar Ártico donde solamente se puede trabajar unos pocos meses durante el año y el frío es mucho más acusado que en Terranova o Groenlandia. La novela, se sitúa a mediados del siglo pasado, pocos años después de haber terminado la segunda Guerra mundial y pocos barcos iban a esos caladeros por la dificultad que implicaba trabajar a dichas temperaturas a pesar de que el bacalao era de primera calidad, aunque no tan abundante como en Terranova. El argumento principal es qué, por orden de la Compañía, esta campaña lleva un asesor especial; un capitán retirado llamado Samuel que conocía aquellos parajes y era uno de los pocos que podían asesorar a la tripulación del Narval Pero este personaje era un tanto peculiar y sus ideas no casaban con la mayoría de la tripulación. Era muy religioso; hombre de pocas palabras y tenía fama de amargado a causa de sus circunstancias familiares, que en verdad, no eran para ser un hombre alegre. Perdiera a los dos hijos que tenía en la guerra civil y su mujer, amargada por la muerte de los hijos, perdió el juicio y murió. Por esto, el capitán se refugió en la Biblia que ponía por delante en cualquier circunstancia. Pero a pesar de todo era un buen profesional y conocía aquellos caladeros como la palma de la mano. No necesitaba artilugios para detectar el pescado; lo olía según la fama que le daba la mayoría de la gente que navegara con él, por eso la compañía lo envió aquella campaña que, para él sería la última.
Un trágico suceso ocurrido entre el personal de máquinas casi arruinó la campaña que estaba siendo buena; un hombre murió y otro aún siendo inocente fue recluido en el barco para cumplir con las leyes severas que regían en aquellos tiempos la marina mercante. Pero todo siguió igual, aunque ya era distinto. Se reanudó la campaña, se completó la carga óptima a cuenta de estar más tiempo trabajando y todo parecía ser lo mismo, hasta que las cosas cambiaron y el acusado desapareció misteriosamente. Rindieron viaje y se celebró el juicio en ausencia del acusado, pues nunca apareció, pero al capitán Samuel nunca le gustó la justicia de los hombres, él sólo creía en la justicia de Dios y en su misericordia.