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Páginas: 230
Descripción:
El mar estaba suave, ondoso pero suave. Un sol alto y poderoso marcaba una hora próxima al mediodía. Simón, tranquilo y algo amodorrado, gateó por la cubierta donde había permanecido las últimas dos horas tumbado plácidamente sin otra tarea que la de vigilar el horizonte, a proa con un giro de cabeza, y a popa con la ayuda de un pequeño espejo que había unido a la punta de su pié izquierdo con cinta aislante de color negro. Pensó que todo iba bien, que todo estaba en su sitio, por lo que ni siquiera se molestó en comprobar en la carta de navegación las coordenadas con las que le posicionaba el pequeño GPS portátil que siempre guardaba en uno de los bolsillos de su colorido traje de aguas. Navegaba en rumbo directo hacia el archipiélago de las Azores, una zona relativamente libre de tráfico mercante, a unas doscientas millas al Norte del islote de Cauchal, último baluarte de la más ancestral, discreta, y desapercibida tribu, siempre reacia a la colonización europea, y última frontera entre el mar Caribe y el vertiginoso Atlántico. Transitaba exactamente por la misma ruta que establecieron los primeros descubridores como camino de retorno hacia el Viejo Continente ¿Quién se la había indicado? ¿Cómo supieron aquellos navegante, con tal precisión, cuál era el camino de vuelta, el mismo que después de siglos seguía siendo utilizado por todos los navegantes a vela como el mejor, el más rápido y seguro?... Para Simón, desde hacía muchos años, aquella era una pregunta sin respuesta a la que ya se había acostumbrado...
