Esta es la historia de Esperanza Pérez, española nacida en Camagüey (Cuba), recriada en San Esteban de la Sierra (Salamanca) e instalada en Rosario (Argentina). Su madre murió al poco de nacer ella, y su padre, al darse cuenta de que no podía cuidarla, se la dejó «en depósito» a una familia que la aceptó como una hija más hasta que, años después, el padre que nunca había dado señales de vida volvió para recuperarla. Esta es la historia de un desgarro. De una vida nueva: la que la pequeña Esperanza empezó en España, tierra áspera, tan diferente a su Cuba natal. De un doloroso proceso de adaptación. También es una historia de amor, porque Esperanza conoció a Víctor, con quien en 1950 y ya madre de tres hijos (y un cuarto por llegar), emigró a Argentina, para volver a empezar. Esta es la historia de un tiempo aciago. Septiembre de 1976. El pequeño de la familia, Miguel Ángel Labrador Pérez, desaparece; Víctor Labrador, Palmiro Labrador Pérez y la compañera de este último, Edith Graciela, son asesinados. Poco después, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se excusará, pero sólo por la muerte del padre. «Fue un lamentable error». Esta es la historia de una lucha, la que Esperanza mantiene para recuperar a su hijo. Una historia terrible y, por terrible que resulte decirlo, una historia habitual en Argentina, y en otros países donde la sinrazón terrorista se confundió con la razón de Estado. Esta podría ser una historia inventada, pura ficción. Pero Esperanza existe, vive, y su batalla no ha terminado.