Autor:
Julio F. Brun
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(ayer: #74691)
Páginas: 160
Descripción:
Nuestra vida consiste en un azaroso viaje plagado de aventuras que comienza cuando llegamos a este planeta y termina cuando partimos de él. Como hacemos con otros viajes menores, por ejemplo con motivo de las vacaciones estivales, sería necesaria cierta planificación si queremos aprovechar el tiempo y pasarlo bien.
Es lo que pensó nuestro protagonista nada más llegar al mundo y saber que sus días estaban contados, que debería averiguar lo antes posible qué le gustaría hacer en tan corto espacio de tiempo. En el cole había oído que los seres humanos estaban compuestos de cuerpo y alma, así es que al parecer todo se reducía a la confección de un par de listas. La primera, en la que figurarían las cosas que más le gustaban a su cuerpo ?empezando, por supuesto, por la práctica del surf?, sería una lista bien larga. Eso lo tenía claro.
En cuanto a la segunda? bueno, así de pronto no se le ocurrían muchas cosas que poner en la segunda; quizá fuera porque nunca había logrado entender en qué consistía eso del alma, hasta dónde llegaban sus fronteras o si era exclusiva del hombre o la poseían también otros habitantes del planeta como, por ejemplo, el gato. No tenía ni idea. Estaba claro que tendría que documentarse si quería poner en la lista al menos un par de cosas que le dieran placer a su alma. Cogió el diccionario de sinónimos de la estantería del salón y, sin latines ni griegos que le distrajeran, asimilada en un santiamén la tormenta de ideas, apuntó en un papel las siguientes palabras: espíritu, inteligencia, imaginación y conciencia.
Hummm?no está mal ?pensó. Al parecer, se trata de dar gusto al espíritu con inteligencia e imaginación, pero teniendo cuidado para no enfadar a la conciencia. Tirao, pongamos todo lo que se nos ocurra que pueda darle algún gusto al espíritu y ya tendremos tiempo de tachar lo que estorbe a la conciencia.
Consciente de la importancia del momento, JR escribió en un santiamén once cosas. Después de pasarlas por el tamiz de la conciencia, tachó siete. Como no quedó del todo satisfecho, volvió a leer la lista. Tachó tres y la puso enseguida boca abajo.
¿A quién quieres engañar? ?oyó, entonces, que le decía su conciencia.
Resignado, dio otra vez la vuelta al papel y tachó la que quedaba.
Y así estaba, sudando tinta en el salón, cuando llamaron a la puerta.
(Resumen del Capítulo Dos. Adviértase que la numeración de los capítulos no siempre es consecutiva. Tiene su por qué).