Autor:
Francisco J. Gutierrez
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Páginas: 265
Descripción:
Aprendió desde niño que alcanzar las metas requiere esfuerzo, trabajo, disciplina y sobre todo cálculo. Saber fijar unos objetivos acordes con los medios que se tiene, que no desborden tus posibilidades es el camino a seguir. Cuando se fijan por encima, el fracaso está a la vuelta de la esquina y entonces resulta muy doloroso levantarse. Doloroso y extraño, a veces sientes que el entorno ha cambiado, que los que te rodean son una amenaza y que de entre ellos puede surgir un sujeto que encarna lo más abyecto que se puede reunir, lo más innoble de la condición humana. Es tu contraparte, aquello que destruirías antes de que su aliento te roce, aquello cuya simple contemplación hace preguntarte cómo es posible que haya podido llegar hasta allí. Destruir ese sujeto que encarna esos valores bien puede convertirse en un objetivo. Al principio es un simple runruneo, un sentimiento de satisfacción de que por fin vas a encarar la tarea de tu vida. Después entretienes las horas en planificar una actuación que le haga morder el polvo. Anotas, grabas, investigas, acechas, esperas el momento en que puedas caer sobre las espaldas de quien se arrastra por las calles y te das cuentas que eso llena, tu tiempo, que encuentras un motivo para despertarte todos los días y llenarlos de tareas. Puede convertirse en una obsesión, algo que decides imitar para poder conocer mejor cada uno de los pasos que da. Sientes la satisfacción cuando piensas que le llevas unos metros de delantera, que puedes predecir lo que va a hacer o adelantarte a las acciones, que le tienes al alcance de la mano y que solo tienes que decidir cuándo dar el golpe. A veces, puede suceder, mejor dicho siempre sucede, que tu propia figura se va diluyendo, fundiéndose con la de tu enemigo, tu objetivo y un día te despiertas sin saber dónde acabas tú y empieza el otro.