Autor:
JOSÉ JIMÉNEZ GÓMEZ
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(ayer: #47955)
Páginas: 317
Descripción:
A principios del año 1.921, España decide continuar la conquista del territorio de Marruecos que le había sido asignado en la Conferencia de Algeciras. En su parte oriental, la frontera había permanecido estática desde hacía una década en el rio Kert; pero las cábilas del interior, alertadas por los movimientos de tropas, se prepararon para hacer frente a los españoles.
Abd el Krim al Jatabi pertenecía a una influyente familia de Alhucemas, considerada pro hispanista. De hecho, Abd del Krim trabajó en Melilla durante varios años, lo que le granjeó la antipatía y la desconfianza de muchos de sus compatriotas, que lo tachaban de traidor. Sin embargo, una serie de circunstancias propiciaron que se alejara de España: Parece ser que Francia influyó ante los gobernantes españoles para que se le juzgara como colaborador de los alemanes. Cierto o no, fue encarcelado en la prisión de Rostrogordo, en Melilla, donde permaneció varios meses. Libre de nuevo, reanudó sus actividades como periodista y Juez para los asuntos indígenas; pero un día desapareció de la ciudad para no volver más. Al frente de una de las cábilas más influyentes, Beni Urriaguel, fue elegido jefe de la revuelta, proclamando la independencia de la República del Rif.
El General Fernández Silvestra, Comandante General de Melilla, ordena el despliegue de un ejercito que algunos cifran en veinte mil hombres (los datos no están claros), con la misión de cruzar el Kert y ocupar las cábilas del interior. Su idea era dividir en dos la zona oriental, para lo que tenía previsto ocupar el territorio hasta la bahía de Alhucemas, corazón de la zona rebelde.
Distribuyó a sus soldados en unidades pequeñas, tipo blocaos y destacamentos, dejando al frente de las operaciones, como fuerzas de choque, a unidades indígenas leales (Regulares y Policía Indígena).
Como tantos otros jóvenes andaluces, catalanes o extremeños, Francisco Gómez Gómez, conocido como el Zorra por sus compañeros, no pudo pagar las 500 pesetas que lo hubieran librado de hacer el servicio militar en África. Encuadrado en un regimiento de Infantería, le tocó vivir los amargos episodios de Annual y monte Igueriben, a los que seguirían Quebdani, Arrouis, Zoco el Telatza, Zeluam y tantos otros, donde más de once mil soldados españoles perdieron la vida.
Abd el Krim se cuidó de tomar como prisioneros a los oficiales que habían sobrevivido a los combates; pero dejó a los soldados en manos de sus guerreros para que estos los pasaran a cuchillo y sus huesos se calcinaran bajo los rayos inclementes del sol rifeño. Solo unos centenares lograron regresar a la Plaza, y ello gracias a la suerte, a la astucia individual o a la colaboración de la población civil. El Zorra fue uno de los afortunados: en solitario, fue capaz de cruzar los más de cien Kilómetros que separan Annual de Melilla. Para ello contó con la suerte, con la astucia y con la ayuda de los propios rifeños.
Quince años después, cuando pensaba que todo quedaría en el recuerdo, le toco vivir los acontecimientos de la Guerra Civil Española, y en cierto modo fue como revivir el pasado, ya que tuvo que reanudar su propia vida donde la había dejado cuando lo licenciaron del ejército.
El llamado "Desastre de Annual" marcó el destino de España: Allí germinó la semilla que traería el advenimiento de la República, la abdicación del Rey y la Guerra Civil, donde los oficiales que sobrevivieron por la acción de Abd el Krim, tuvieron un papel preponderante.
Corrupción, miseria y muerte quedan reflejadas en las páginas de esta novela; pero también valores humanos como la valentía, el sufrimiento sin límites y el compañerismo. Sirva como ejemplo actuaciones como las del comandante Julio Benítez, el Coronel Morales, los tenientes coroneles Tamarit y Primo de Rivera o las de tantos y tantos otros, que por diversas circunstancias, dejaron huellas imborrables entre aquellos que convivieron con ellos en algún momento.