Autor:
J. K. Vélez
Ranking en Amazon: #929050
(ayer: #929029)
Páginas: 55
Descripción:
Camina por las calles de la ciudad que tan bien conoce. Se da cuenta de que se deja arrastrar por su propio cuerpo porque tiene la mente algo distraída. No recuerda hacia dónde se dirige y no es capaz de concentrarse en averiguarlo. Sin embargo, sus pies sí parecen saberlo. Trata de recordar en vano lo que ha hecho esa mañana. Por lo que a ella respecta, es como si aún no hubiese salido de la cama. Anoche se acostó tarde, estuvo escribiendo. Eso sí lo recuerda. Su tía dormía cuando ella llegó. Empapó las paredes de la cocina de zumo de naranja con cacao y se fue a su cuarto sin limpiarlo. Es lo primero que debería hacer al levantarse. Y quizá lo haya hecho, pero no lo recuerda. Es de día y camina por calles conocidas. Ahí está la mujerona de la lavandería, abriendo el negocio. Antes ha visto a la anciana que cada mañana saca a pasear a sus seis perros. Aquello que se ve a lo lejos es su edificio. Ya ha conseguido ubicarse, se dirige a casa. ¿Por qué no puede recordar de dónde viene? Tiene la extraña sensación de que su cuerpo no le pertenece, que tiene voluntad propia, es decir, voluntad ajena. Se le permite acompañarlo. Se le consiente ser espectadora. Se le tolera asistir. Se ha parado, casi bruscamente. Sus ojos buscan tras un escaparate. Un walkman. Mira el precio. Siente que su cuerpo es una cáscara vacía que se interesa por aquello cuando su mente tiene cosas más importante en qué pensar. Y al mismo tiempo siente que la otra parte, la voluntad ajena, opina que es demasiado caro y decide continuar su camino, arrastrándola sin que ella pueda objetar. Y por un momento atisba su propio reflejo en el escaparate y se asusta. ¿Qué ha visto? Intenta regresar a ello, trata desesperadamente de que sus propios ojos la obedezcan, pero ahora está viendo un reloj de pulsera que no le pertenece, un coche, un ejecutivo y al final de la calle su propio edificio? Sus pies siguen llevándola inexorablemente a casa.
Su desorientación crece. ¿Qué día es? ¿Por qué no puede recordar el momento en que se levantó de la cama? Quizá porque aún no ha salido de ella. Se relaja, mentalmente, porque su cuerpo sigue a lo suyo, ajeno.
Está llamando al timbre. Quien sea que se haya apoderado de su cuerpo no sabe que tiene las llaves en el bolsillo de atrás. Contesta la voz de Wanda y por un momento cree oírla dos veces, una abajo, a través del interfono, la otra en su propio piso. Y de pronto el cuerpo que le han robado habla con una voz que no es la suya. Y comprende que las llaves no se encuentran en su bolsillo de atrás porque aquel bolsillo de atrás no es el suyo. La puerta se abre, el dedo llama al ascensor y cuando éste llega y la voluntad y el cuerpo ajenos penetran en él, el espejo le grita la respuesta que el escaparate había insinuado. Y ella despierta.
