Autor:
J. K. Vélez
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(ayer: #795943)
Páginas: 39
Descripción:
Esta recopilación incluye tres relatos.
LA ASOMBROSA HISTORIA DE MARCUS SANS
(Fragmento) Supongo que primero debería presentarme. Me llamo Daniel López Tejada, tengo 26 años y soy farmacéutico. Tengo un amigo escritor, Marcus Sans, al que le ha ocurrido, hace no demasiado tiempo, algo extraordinario. Y me ha liado para que se lo escriba yo. Para que sea yo quien lo cuente.
Ustedes se preguntarán qué hace un farmacéutico como yo, sin ninguna experiencia en esto de contar historias, (ni en lo de las farmacias, la verdad) escribiendo la de Marcus Sans, habida cuenta de que el escritor, como ya he dicho antes, es él. Y yo les contesto que eso lo descubrirán casi al final de la historia, si es que sale tal y como tengo planeado escribirla, cosa que dudo.
Me van a perdonar que les vaya explicando el proceso al mismo tiempo que voy escribiendo, pero no puedo soportar la idea de verles a ustedes leyendo esto con la expectativa de que va a estar bien narrado. Por eso, para no engañar a nadie, escribiré tal cual me salga, y explicaré lo que hago y por qué creo que lo hago, y si en algún momento se aburren, les pido que sean pacientes conmigo y sigan leyendo, porque por muy mal que lo narre, la historia es buena. Porque es lo que le ocurrió a mi amigo Marcus, y es una historia que merece ser contada.
Una vez aniquilados mis fantasmas, podemos empezar...
(Fin del fragmento)
NATALIA ME CUIDA, NATALIA ME PROTEGE
(Fragmento) Iván se levantó con la absoluta convicción de que aquel sería su último día. Llevaba rumiándolo desde la excursión a la que le había obligado a ir su hermana Iris. Ella, sin saberlo, le había dado el cómo.
El acantilado. Era perfecto. Nadie sobrevive a una caída de treinta metros.
Antes de salir de casa escuchó los mensajes del contestador. Llevaba días sin oírlos.
Natalia había llamado unas cuantas veces, preocupada. Iván se sintió complacido. Natalia se preocupaba por él. Pero al instante caviló que lo que la debía estar inquietando no era él, sino la mala publicidad que le daría que uno de sus pacientes se suicidara. Y se le borró la sonrisa de la cara.
Cogió la bolsa que solía utilizar para ir a la playa y metió unos prismáticos, una brújula y el libro que estaba leyendo. Dudó. Sacó el libro. Se había quedado en la página 324, más o menos a la mitad de la novela. Estaba claro que, o lo acababa, o se suicidaba, pero no ambas cosas. Por lo menos no el mismo día.
De todas formas volvió a meter el libro en la mochila. Por si acaso.
Le echó de comer a los peces y al gato y se despidió de ellos, pensando que los iba a echar mucho de menos. Sobretodo a los peces. Sus relajantes, coloridos y siempre hambrientos peces...
(Fin del fragmento)
ACABANDO
(Fragmento) La búsqueda nos llevó a una pequeña iglesia. Le pedí a Ángela que esperara fuera, pero estaba tan asustada después del encuentro con la loca, que me siguió al interior del edificio, como si hubiese olvidado de pronto que era alérgica a Cristo y a su padre.
En todas las vidrieras había pegatinas de Café Marcilla, lo cual me resultó sumamente curioso.
Mientras nos acercábamos al altar me fijé en los destartalados bancos de madera, a ambos lados del pasillo central. Algunos tenían, grabados a navaja, antiguos mensajes de amor.
Al fondo, un cura muy joven nos saludaba con la mano. A su espalda, en el lugar en el que tocaría haber un cristo en un enorme crucifijo, tres imponentes cuadros, pero ninguno de ellos mostraba motivos religiosos. En el primero había un candado de color oro. En el segundo el candado se partía por la mitad y de su interior salía otro más pequeño. En el tercero se veía el primer candado más luminoso que antes y otros cuatro candados más pequeños, como dando saltos de alegría a su alrededor.
Noté cómo se me iba quedando la boca seca.
- Lucía, salgamos de aquí ? Ángela tiró de mí hacia la puerta.
- Espera. Tenemos que preguntárselo.
Ángela no podía apartar los ojos de aquellos candados. Sé perfectamente... (Fin del fragmento).