Autor:
J. K. Vélez
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(ayer: #908701)
Páginas: 31
Descripción:
Esta recopilación incluye tres relatos:
EL MONSTRUO
(Fragmento) La puerta se abrió de golpe y un hombre sudoroso se coló en su despacho como una exhalación, dándole un susto de muerte.
Martín se puso en pie, tirándose encima el vaso de café que llevaba en las manos, y se quedó allí, mirando al desconocido, mientras el caliente líquido le empapaba el pecho, el ombligo y trataba de seguir avanzando camisa abajo, hasta topar con el cinturón de sus pantalones de pana.
- ¿Quién es usted?
El extraño lo miraba con una mezcla de desesperanza y urgencia, mas no contestó.
- Me ha dado un susto de muerte. Mire como me he puesto...
- ¿Es usted un hombre bueno? ?preguntó entonces el extraño.
Permanecía contra la puerta que había cerrado al entrar, como si alguien lo persiguiera y quisiera evitar que entrara al despacho a cualquier precio. Su pregunta dejó a Martín aun más desconcertado.
- ¿Que si soy bueno? ¿A qué se refiere?
- ¿Es usted un hombre bueno?
- Pues... Supongo que sí. Debo ser un buen hombre, pero...
- Mierda. No tenemos mucho tiempo.
El desconocido dio tres zancadas y estrechó la mano de Martín. Dijo llamarse Braulio y tomó asiento sin esperar el permiso.
- Necesito que me defienda.
- ¿De qué se le acusa? ?preguntó por fin Martín, tratando de hacerse a la idea de que aquel tipo tan sudoroso y extraño pretendía ser su cliente.
- De asesinato. Seguramente unos niños. No sé cuantos, aún.
- ¿Cómo dice?
- Tengo que matarlos esta tarde, pero el número depende de muchos factores.
- ¿Está loco?
- Dios mío, es usted bueno... Nooo, trata de abrirse paso. Es más fuerte que la mayoría de...
Braulio se llevó las manos a la cara y aguantó un alarido. (Fin del fragmento)
LA IMPORTANCIA DE MORIR COMO ERNESTO
(Fragmento) Ernesto estaba abriendo la puerta del piso que quería vender a la pareja, mientras comentaba que la calefacción no funcionaba, que había problemas de fugas de gas, y que los obreros que trabajaban en la fachada comían bocatas de atún y lo pringaban todo de aceite, cuando el perro echó a correr hacia la ventana de la escalera, que estaba abierta precisamente porque en la escalera olía a gas, y saltó al vacío sin decir esta boca llena de pelo es mía. En un primer momento los tres hombres se quedaron mirando la ventana atónitos, pero la hija, una niña de siete años con muy poco sentido común, salió corriendo hacia la ventana, se encaramó a la misma y empezó a gritar "Salomón, Salomón", antes de saltar también al vacío.
Ernesto apartó a los padres de un empujón, sin darse cuenta de que tiraba al más bajo escaleras abajo, corrió hacia la ventana gritando a cámara lenta y la cogió de la coleta, justo en el momento del salto. La niña gritó un poco, también a cámara lenta, mientras Ernesto la subía del pelo y la metía a salvo en la escalera.
Pero hete aquí que en el preciso instante de soltar la coleta de la niña, su zapato, el de Ernesto, resbaló en un charco de aceite, que provenía de un bocata de atún, y salió despedido de culo por la ventana. Abrió brazos y piernas en un desesperado intento de abarcar más que el hueco por el que irremediablemente iba a caer, batacarse y morir, y demostró que la caída no era tan irremediable cuando consiguió demorarla cinco segundos, tiempo que aprovechó el padre de la niña para agarrarlo de la corbata y volver a meterlo en la escalera.
El marido subía en ese momento, bastante ileso, pero algo despeinado.
Todo hubiera acabado bien de no ser porque a Ernesto le dio por asomarse a la ventana para comprobar de qué caída se había librado... (Fin del fragmento)
UN CASO PARA MR. THOMAS
(Fragmento) - Después la cinta corre, grabando solo silencio, hasta que llega al final. ¿Qué le parece?
La pregunta la había formulado el empresario, pero tanto éste como el doctor Olaya esperaron la respuesta con la misma fría intensidad.
El detective volvió a sentirse incómodo. Le daba la sensación de que estaban juzgándole. (Fin del fragmento)
Lo siento, no me dan más espacio en la descripción.