Autor:
J. K. Vélez
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Páginas: 34
Descripción:
Esta tercera entrega de la Colección Ciencia Ficción de J. K. Vélez incluye un único relato, Mentes de Cristal, el cual es inédito. A continuación, las primeras páginas.
MENTES DE CRISTAL
Kora paseaba entre las estanterías repletas de libros deseando que pasara el tiempo rápidamente. No había allí nada que pudiera interesarle y mientras esperaba a que apareciera la abuela con su última adquisición se conectó telepáticamente con Erin, su mejor amiga. Erin parecía estar en un ascensor.
- Llama antes -se quejó. - Cualquier día me pillarás en actitud comprometida.
- ¿Qué haces, loca?
- Voy a una entrevista de trabajo. ¿Tú?
- Estoy con la abuela en la biblioteca.
- ¿No se cansa?
- Qué va. Ahora ya lee una media de cinco a la semana.
- Qué pérdida de tiempo.
- Bueno, por lo menos está entretenida.
- Oye, te dejo -Erin cortó el vínculo sin más y Kora suspiró, aburrida.
Al momento vio cruzar a la abuela rápidamente de izquierda a derecha por el fondo del interminable pasillo. Quiso llamarla pero ya había vuelto a esfumarse y sabía que los pocos vejestorios que visitaban la biblioteca pública apreciaban el silencio.
Quince minutos después, cuando vio cruzar de nuevo a la abuela entre dos estanterías enormes, se arriesgó a alzar la voz.
- ¡Abuela! ¡Eh, abuela!
Ni caso. Era una auténtica lata no poder comunicarse telepáticamente con la gente mayor. Tuvo que esperar otros veinte minutos para verla aparecer otra vez y en esta ocasión corrió tras ella para no perderla de nuevo.
Cuando la alcanzó vio que sostenía doce o trece libros y por la mirada de lunática adivinó que aún quería más.
- Sujeta esto, Kora -dijo la abuela, depositando el montón de libros sobre sus reacios brazos. - He conseguido un pase a la zona prohibida. Cojo uno más y nos vamos.
- ¿Hay una zona prohibida? -era lo primero interesante que Kora oía en toda la mañana.
- Ven, te lo enseñaré. Pero tendrás que quedarte fuera.
La zona prohibida se encontraba al este, en una esquina del edificio. Las estanterías estaban selladas por detrás y dispuestas de tal modo que obligaban al visitante a pasar, antes de acceder a los libros, por un cajero automático junto a un arco de seguridad.
- Hoy solo me permiten llevarme uno de arte. No es lo que tenía en mente pero a saber cuándo podré llevarme otro.
La abuela pasó la tarjeta por el lector y una voz femenina le indicó que podía pasar.
- Ahora te veo. No tardaré.
- Más te vale.
Atravesó el arco y sonrió a su nieta. Sería la última sonrisa sincera que la pobre mujer sería capaz de ofrecer al mundo en mucho tiempo.
. . .
Aquella tarde la abuela tardó solo un par de horas en despachar el libro prohibido. Comentó que era interesante pero que no entendía qué podía tener de peligroso. Lo colocó en la caja donde dejaba los que estaban preparados para ser devueltos en su próxima visita a la biblioteca y se olvidó del tema.
Pero Kora estaba intrigada. Jamás le habían interesado las lecturas de la abuela. De hecho, a nadie le interesaba ya la lectura, ni siquiera a su propia abuela hasta que, un par de años antes, había encontrado por casualidad un viejo Kindle en el desván de la casa de campo y había descubierto un placer ya olvidado.
Pero el hecho de que algunos libros estuvieran vigilados y sólo se prestaran después de un escáner cerebral había despertado la curiosidad de Kora.
Aquella noche, cuando todos en casa ya se habían ido a dormir, la chica cogió el libro prohibido y se lo llevó a su cuarto.
Estuvo leyendo los primeros capítulos con creciente interés hasta que decidió que merecía la pena compartir sus descubrimientos.
Había ciertos protocolos telepáticos para garantizar la privacidad pero Kora, como la mayoría de los jóvenes, se los saltaba sin pestañear.
Se metió directamente en la mente de Erin. Su amiga estaba teniendo una pesadilla así que agradeció que la despertaran.
- Pero te repito que algún día me pillarás con un tío y quedarás traumatizada.
- Eso depende de...