Autor:
JOSE MARIA FERNANDEZ NUNEZ
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(ayer: #156182)
Páginas: 508
Descripción:
Esta es una historia que bien pudo darse en aquel medievo ya tardío que bebía de las nuevas fuentes del aperturismo renacentista, pero que arrastraba aún la pesada losa de la época para algunos oscura. Se trata pues, de una historia novelada en contraposición a las novelas historiadas. De una historia cargada de humanismo, de aventuras, de búsquedas de lo etéreo, intrigas y todo tipo de ingredientes aderezados con citas históricas reales, se ubica en una época importante para el reino de Aragón; el periodo entre la reciente supresión de La Orden de los Templarios y las guerras de Córcega y Cerdeña, con incursiones en los conflictos contra piratas turcos que asolaban las costas del reino, además de las razzias fronterizas y reyertas señoriales.
Se desarrolla en el viejo reino de Aragón sobre los fértiles llanos del Jiloca, en las estribaciones de la sierra Pelarda, en la villa de Torrecilla a la que el rey Jaime I el Conquistador, en 1248 de mal recuerdo para este reino, incluyó en La Sesma de Barrachina, liberándola de la tutela de Daroca.
Esta historia sucedió a los catorce años de la desaparición formal de La Orden del Temple, con la promulgación de la Bula Vox in Excelso. Uno de sus miembros se refugió entre los muros de una casa de pastores con un especial vínculo a su persona en el pasado reciente. El dueño Oveco, había sido también miembro de la orden, aunque en la categoría de Sargento, de ahí que el impacto fuese menor, no por ello carente de estigma. Una nueva vida planteada y llevada con el mayor sigilo sobre su pasado dio frutos armoniosos. Nuño se casa con Guiomar, la preciosa y codiciada hija de Oveco, de esa sagrada unión nacen dos hijos, Suero y Magdala, que culminan el amor y respeto que se respiraba entre aquellas humildes paredes de adobe y tapial, donde el viejo Oveco ejercía de patriarca, amigo y servidor de todos y para todos. La felicidad era completa y nada ni nadie iba a estorbarlas, habían pasado catorce años de la atroz persecución, de las terribles torturas y del pánico a los injustos castigos.
Después de la abolición de la orden muchos de sus miembros en estos reinos fueron absorbidos por otras órdenes, e incluso se crearon de nueva planta para acoger no solo a los antiguos fraters, sino también su muy extenso y rico patrimonio que reyes y papas no cejaron en su control y?, posesión. Las nuevas órdenes ya no serán el Temple, su advocación, sus reglas, su composición, sus objetivos y dependencias, etc., todo será diferente aunque la base humana sea la misma. He ahí el poder de la palabra escrita, de las leyes que dictan los hombres. Leyes hechas a su gusto e interés, da igual que sean reyes o eclesiásticos, todo obedece a lo mismo. La influencia y el poder terrenal.
Tierra de pastores de ovinos de pulcras y magníficas lanas. Los ricos rebaños de ovejas siguen pastando las verdes hierbas de sus montes, produciendo además de lana una rica carne apreciada en todo el reino. Sus montes repletos de parideras, que salpican la geografía del Jiloca, moteando el duro y frio paisaje de horizontes despejados, donde encierran el ganado después de una jornada casi siempre dura. Llanuras de cereal y clima extremo, hasta el punto de alcanzar en ocasiones las temperaturas más bajas de la Península, pues es el clima a la par de sus gentes.
Comarca cuyas gentes constituyen la mezcolanza perfecta entre el cielo y la tierra, sabedoras como nadie de las necesidades de su custodia. Son los responsables de una parte muy importante, de la buena marcha de las improductivas tierras del lugar, que por su desagradecimiento continuo para con el campesino, les toca a ellos ordeñarlas a diario pariendo el fruto necesario para la manutención propia y comercio de los excedentes, al fin de lograr lo necesario para el hogar y la familia, además de hacer frente a los impuestos dominicales, eclesiásticos y municipales. Tales son las tierras y sus gentes donde aún pervive ese genio popular.
